
Aventura introductoria para High Space
- por Rolecat
- El 13 agosto 2018
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La edición española de High Space incluirá una aventura introductoria exclusiva.
Llevará por título «El despertar de Adriana», será escrita por Gonzalo Durán y contará con personajes pregenerados. Uno de ellos es una adolescente humana con facultades psíquicas que no puede controlar.
La aventura comienza con ella en plena huida…
Aquí tenéis la introducción:
Sentada en el suelo apoyó la espalda contra la pared del callejón. Ignoró aquella desagradable sensación, fría y húmeda y oprimió las rodillas contra el pecho rodeándolas con ambos brazos. Sin darse cuenta, comenzó a mecerse de forma compulsiva.
Se sentía sola y perdida. Estaba sola y perdida.
Recordó como su padre la tranquilizaba cuando era niña. Como podía encontrar refugio en sus brazos y en aquella voz que tenía la propiedad de hacer que el miedo desapareciera.
Y cuando no era suficiente, allí estaba la música.
La adolescente se colocó los auriculares que llevaba alrededor del cuello y su dispositivo personal de comunicación comenzó a reproducir una canción interpretada por una voz maravillosa y privilegiada.
Y el miedo desapareció casi por completo. ¡Casi!
La música siempre conseguía tranquilizarla, y lo que es más importante, lograba silenciar aquellas voces que sonaban en su cabeza. Su padre se lo enseñó desde niña, y gracias a ello, las voces y las pesadillas desaparecieron para siempre.
¡Hasta hace unas semanas!
Una lágrima solitaria se deslizó lentamente por su mejilla y ella notó la falta de su padre más que nunca. Era una sensación física que oprimía su estómago y le hacía cada vez más difícil la simple tarea de respirar.
Subió el volumen y la ansiedad se mitigó de inmediato.
De pronto, Adriana supo que sus perseguidores se acercaban. No podía oírlos. Estaban lejos aún y la música que brotaba de sus auriculares la aislaba de los sonidos de Janssen. Pero sentía como se aproximaban.
Se puso en pie y miró hacia la salida del callejón. Echó a correr antes incluso de que las voces se abrieran paso a través de la barrera protectora de la música, resonando una vez más en su cabeza.
“¡Corre Adriana! ¡Corre!”
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